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Mostrando entradas de diciembre, 2017

A puerta abierta

La puerta cierra sola. No obstante creo que es mejor el reojo preventivo que una firmeza ciega. Vivo en un hoyo que yo misma hice, y eso que jamás me sentí hábil con cualquier cosa que pueda crear con mis manos.  Aun sí puedo levantar la mano y decir que he hecho el amor más de una vez. La ligera duda del no estar y estar para siempre se desprende cada segundo de mí y así de la misma manera me dejo abanicar por el ventilador parado un metro de mí. Las cartas que escribo ya no las envío a mi destinatario original, llegan cautivas a su remitente que es mi reflejo envuelto en un par de sábanas y sin dormir. Mis puertas no cierran solas, son procesos de hacer fuerza, de que no se cierren de un sólo golpe, de elegir mejores cerraduras, y a veces no las cierro, las dejo entornadas, no sea cosa que quieras visitarme por la madrugada.

Miedo

Miedo a la cama destendida, a pisar vidrio con los pies. Miedo a que me pise un camión, a los rincones vacíos y los botones. Miedo a la incertidumbre,  a la oscuridad, a la beneficencia. Miedo al egoísmo, al inductivismo, a la consistencia. Miedo a las arañas  y cucarachas. Miedo a la esencia, las flores y brotes. Miedo a las alturas,  a los castillos, tiburones, zapatos mal atados, miedo a la tolerancia. Miedo a la maternidad, a la rutina, a la enfermedad. Miedo a la desigualdad, a los agurejos y los colores. Miedo al olvido, a los niños, a la eternidad. Miedo en las calles, en los tranvías, en el chat con tu amiga, en los jardínes lejos y en la policía. Miedo a los espejos, al amor, a la muerte y los lunares negros. Miedo a los perros, al macho, al reo, al pobre miserable, al rico inigualable. Miedo a vivir, miedo a morir, miedo a vivir encerrada miedo a morir enjaulada. Miedo a que ya no siga enamorada. Miedo a mi reflejo, a los ligamentos,