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Vapor del hielo

Pregunté aquella vez si era necesario tener que vaciar sentimientos como lo hago con mi cenicero. Nadie supo responder. Y tampoco lo hago, mi cenicero tiene tres pisos de filtros, cenizas y puchos muertos, antes de poder depositar otro cádaver que a los segudos olvidaré que existió tal amor por la nicotina. Caer cada dos días con la inquietante voz que dice que agarre una cuchilla y los asesine. Luego me quedo dormida en paz, sin sueños, sin risas, sin saliva después de la siesta. Escribí cien veces las mismas palabras para no tener falta pero no sirve de nada si no presto atención. Los indicios señalan lo esperado, siempre me terminan usando. Para satisfacción, para olvidar alguien amado, para recordar los bordes de la propia sexualidad, para remarcar que seguimos siendo vapor del hielo. Me llamó mi propia fe a ver por qué no la estaba buscando con fervor, lamento haber causado esperanzas inertes en lo que debe salir de nuestra propia esencia. Lamento que los escalones los suba de a d

De caninos rojos y felinos blancos

He visto mi sangre más de cerca que mis propios pulgares. Apáticamente he resuelto caminar dos cuadras menos para llegar al médico. Y no es mi simpatía quién se desborda entre líneas, es mi nicho de ocultos motivos que no te suelta. Lo repetí varias veces. No sé cuántas cartas rompiste entre tus enojos, lágrimas y abstinencia de cocaína, pero las echo de menos. La caligrafía que practiqué, las hojas arrugadas con croquis de palabras cursis. De todo lo que tanto quería, hoy quedan las cenizas, y las promesas después de la tormenta fueron erosionadas por la sal y arena de nuestras costas grises y malditas. De vez en cuando nos recuerdo, y era todo más fácil reír después del sexo. De seguro conseguiste alguien para que momentáneamente achique a tu lado pero son los gatos que ronronenan y vos siempre fuiste un canino famélico. Perro cimarrón o galgo, alto, flaco que no sabe caminar parado. Se me agitan mis propios aguaceros mientras duermo con el ropero abierto. Nadie me visita y esperé co

Disparar frente al reflejo

Sigo haciendo cosas malas. Melancolía experta llega al caer la noche, me conoce en los rincones, en mi naturaleza fría e inexperta. Bailaba sola en mis mediodías así durante las lluvias y las sequías. No escribo ni recito ni suspiro. No padezco dolor, tampoco tengo alivio. Me repugna el olor del cuerpo ajeno que aparece por las noches sin que nadie lo llame. Retumba el techo con los truenos y es la furia contenida de mis ancestros que no te deja ir. Impune, nunca. Oirás voces en tu cabeza sin parecer maniático por naturaleza, ser asesino no evoca tus miedos sino tus deseos por ser recordardo como un héroe. El título que no merece. Lo arrebata. Dejando en mí ésta marca que me atravieza cual bala, rápida, fugaz y sanguinaría. Revolviendo la olla con su caldo agrío prueba su veneno incapaz de afectar a sus amigos. Avispa, avispado como suele ser cualquier felino cazador, no más que tiende a ser otro encarcelado por diversión al espectador. Si la jaula fuera tu prisión podrías salir pero

Ajena Luciérnaga

No suenan canciones alegres, no es suerte del trece ni la desgracia de su nombrar. Tiré el cigarro por el balcón y antes de caer ya estaba muerto. No creía ni la eternidad del amor ni en la luz de las luciérnagas, todo desprendía el mismo olor repugnante de la sabiduría hedonista. Mis placeres se rendían nuevamente al cautiverio de los sábados y martes de feria. ¿Quién toca la puerta? La tormenta e inunda el patio, la terraza y el balcón. Estoy sola cacareando las mismas frases fatídicas de hace diez años. A la misma luz clara que nutre mi piel la apago para dormir gracias a un sistema de cableados que puede manejar cualquier Ernesto que nunca llegó a cursar el último año del ciclo básico, mas para mí sigue siendo inconsciente el movimiento de circuitos que rondan mi cerebro. Para hacerlo más ágil límito su crecimiento a base de malos alimentos y pura nicotina recreativa. El fallecimiento de mis neuronas y la posición derecha que jamás podré alcanzar. Si tan sólo fuera un nítido sueño

Tercer piso por escalera

Si es cien para los amigos, a mi me deben diez. Creo en la sutileza de los aciertos cuando no esperas la maravillosa entrada del buen creer. El creer olvidado, el que dejó un sabor amargo como el del café sin un vaso de agua fría a su lado. La garganta seca, el piso mojado y el mozo que no llega con la cuenta que afirman ser los mismos setenta pesos del cartel de afuera. ¿A dónde se encontraba mi fiel creencia de que el sol fuerte en día de invierno vale más que seis del verano? Sábados en la mañana de cualquier agosto, suena a lo lejos en la tele, un aviso con un jingle pegadizo y los demás reclames del doce. Si entrecierro los ojos me transporto al mil novecientos noventa y ocho y vuelvo a mi inocencia celeste, a las siestas en la cama de mamá y papá, los juguetes en el piso, a la abuela que apenas conocí y el nuevo bebé en camino que desconocía su nombre. El sol entra por la ventana alta del apartamento en el tercer piso, las cortinas blancas tapan tiernamente la creciente humedad,

Recordatorio: nos siguen matando.

Gracias a mi mamá. A mi abuela. Y la bisabuela que no conocí. A las que no sé su nombre, a las que compartí el mismo tiempo y espacio. Gracias a las que vinieron antes que de mí y más gracias a las que vendrán después. Gracias a las que lucharon, las que sufrieron, a las que quemaron y silenciaron eternamente. Gracias a las que nunca se vencieron, las que enfretaron y rompieron paredes y levantaron los cimientos que nadie veía. Gracias a las que aman todos los días y a las que lo ocultan porque nadie les enseñó. Gracias a las aliadas, las hermanas y compañeras de otros momentos. Gracias a las que no eran tus amigas y las que venían a visitarte en las mañanas. Gracias  a las que tienen fuerza y se dejan ver calvas. Gracias a las que muestran las várices, las agurras y la celulitis. Gracias a las que se depilan y a las que no le importa. Gracias a las que no tienen nombre y todavía están. Gracias a las que dejaron olvidadas, a las que le robaron todo el crédito, las que estaban detrás de