La canilla que gotea

Tarde o temprano nos terminamos acostumbrando a lo simple y complejo de la vida.
La canilla que gotea, la programación de fin de semana en la televisión, al ruido de las motos y la separación.
Me acostumbré a lo simple y bonito, a lo dulce y amargo, la indiferencia y soledad. Rápidamente me acostumbré a cambiar sentimientos de buenos a malos. O de armonía a catástrofe.
Nos acostubramos a cambiar de aire, de música, de charlas y comida. Algunos cambian por arriesgarse a más o a menos, otros por simples casualidades y la opción de cambiar no es optativa. 
Cambié de lugar la cama, el sillón, las revistas y el televisor, pero los sentimientos siguen ahí. ¿No deberían ellos acostumbrarse también?

Caminé un rato, para despejarme, cambiar el aire por un rato. Volví. Y salí otra vez. Pero acompañada. Cuando unimos debilidad con estupefacientes la idea vivir crece pero tiene otro sentido.

Comentarios