Corriendo con los pájaros los días nublados

Lo más parecido que tengo a Greta Garbo es la manera de volvernos ermitañas y ver poco la luz del sol.
Pero ella lo hizo mejor, mucho mejor, lo hizo en un apartamento enorme de Nueva York. En cambio, ¿qué tengo yo? Una ventana que es una puerta cuya persiana está rota y no puedo ver más el mar. No me repitan la misma frase de siempre de que tengo que ordenar mi cuarto para ordenar mi vida. Lo hice varias veces en el mes y no vi ningún resultado. La mentira más grande que vi, sentimentalmente hablando, lo de la higiene viene después. No crean todo lo que leen, se van a perder agonizando un final que no existe. Habrá que decir adiós a los planes más deseados para empezar otros. Soñé con dos casas, y en ambas escapaba de ellas trepando hasta el techo, atravesando recovecos, barras de hierro y escapar hacía el mundo exterior. Pero en ambos casos, lo lograba sintiéndome terriblemente mal; como si fuera algo malo abandonar una casa enorme dónde alguien me quiere asesinar, sí, eso pasaba. La adrenalina se acumulaba y la verdad es que tampoco me importaba morir, si no ganarle al asesino. Sólo me importa eso, no me importa si muero, sólo quiero ganar. Eran mansiones, no casas, mansiones con varios pisos y escaleras, que cada puerta dirigia a un baño.
No hay música y aun así canto, no me respira la sangre bien pero todavía no me canso. Adoquines de ideas me caen una y otra vez pero se me resvalan en el habla y los pierdo todos en un micro segundo.
De lo más lindo que vi hoy, nada, el anhelo de verlo disfrazado de angustia que me genera mi vida encerrada. Un exilio permitido, un retiro espiritual que no resuelve nada más que lastimarse, y lo mejor, es que nadie me ve, soy un mago sin público, un artista de la confunsión y engaño. La verdadera maestra de la falsa risa y el eterno llanto.

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