Receta

Cuando estás enamorado por primera vez, todo fluye.
Cuando estás enamorado, aprendes el lenguaje secreto de los movimientos lentos; esas miradas llenas, el tacto sútil de una mano eclipsda por la espalda, la sonrisa pura, el falso enojo, ese ascensor de emociones que hábita en tu panza, como cosquilleo, porque te veo nítido en mi reflejo. 
Veo el amor en cada esquina, en cada rosa y margarita. Lo veo tal cual mi espejo, mi más claro miedo, como un paso descalzo en una playa cercana, como la valentía de decir "no quiero". Veo al amor como mi cómplie, una carta que sobrevivió mil lluvias sin que se le borrara la tinta, como la marcha floreciente de un ejército de hormigas-amigas trasladando una miga de pan. Lo veo en las plantas, en la sombra, en los gatos ariscos que se acomodan calentitos en las ventanas. Siento el amor correr por mi calle, desde mi panza llena hasta el tibio aire. Lo siento transitar por las casas vecinas, por las vacías, por los árboles ajenos y los de la plaza.
Veo el amor como algo real, como raíz, como paisaje y es ahí dónde echo mis miedos gusanos y vuelan como mariposa realizada.
Y cuando veo el amor en otros, querido mío, sólo puedo pensar en nosotros.

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