Estornudo lírico

Nefasta ésta tos que el cigarrillo me dió. La noche eterna se balancea sobre mi desperfecto jardín. Lombrices y reptiles duermen lejos del fuego y como los buenos humanos que somos, no damos miedo. El flaco insulto de la boca de alguno que no supo querer, mi padre trabaja más de lo que puede para llegar a cada fin de mes. El ego lo dejás con las llaves, al lado de la puerta, vas a dormir con tres ángeles, no desesperes, mañana el sol tocará en la ventana y no necesitarás ninguna alarma. Las hojas no hacen ruido si las piso, porque el frío es mudo casi como un susto, esos que no sabés si reír o llorar. Siento como las generaciones pasadas lamentan mis actos y también cómo olvidan sus infancias; las rodillas raspadas, la primera vez, el olor de la primavera y los fideos mal colados. El hambre también está en el espíritu pero hay quién disfruta del famélico niño de la portada. Ahí está el verdadero enemigo. Garganta profunda, la debilidad pornográfica de la gran mayoría y del amor de mi vida. Visualizando nuestro futuro de cuando quiera comprar pan y agua y vos me traigas galletitas. Soy otro laberinto más, me quiero conocer entera y no puedo, ahí es cuando necesito tu hilo dorado. Y recorras todos los pasillos, los que les llega calor, color y luz, los que ya conocés y aprendiste de memoria y a los que nadie ha llegado. Quería escribir una canción y grabarla en un cassette y envolverla en papel de regalo verde chillón con destellos rojos y amarillos para dártela cuando estés dormido. Pero sabés que todavía no es mi tiempo, tengo un miedo enjaulado con mi voz y el microfono que no existe. Los bancos de la plaza están vacíos, el tobogán donde juegan los niños, no queda nadie en el barrio, los bolsillos míos que siempre encuentran la mugre que se junta los domingos. Duermo mejor en éste recóndito lugar llamado mi cuarto, y prefiero mil veces dormir ocho segundos y a tu lado que nueve horas en un sommier blanco y sábanas de gasa. Lamento haber tardado tantos años en verte, no sirvo para los animales enjaulados ni escribir cosas coherentes que te lleguen. Quiero trasmitirte todo y no puedo, mis ganas de llorar son nulas y el creciente musgo de mis paredes crece y no sé detenerlo sola. No necesito tu ayuda, si no, de tu compañía, que me des la mano y me digas "no te rindas". Si me mirás con los mismos ojos que yo a tí, querido, somos afortunados como los piratas que descubren la isla del tesoro. No te lo tomes todo personal, sabés que soy pasional y digo lo que digo; rápido, simple y sin pensar. No podemos retener lo salvaje del alma y primitivamente nos dejamos descansar sobre el cuerpo del otro sin más nada qué hacer que el objetivo principal; sentir el pálpito del corazón cuando nos miramos fijo.

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