El Tres es un número inventado

El agua contempla insegura la ciudad. La gente no hace nada más que molestar. Grito mudo entre los pasillos retorcidos de la sociedad que tampoco me deja pasar. Un estornudo colectivo, un cántico que compartimos. ¿A dónde están mamá y papá? ¿Por qué todavía no nos vinieron a buscar? ¿Y si en vez de opinar hacemos algo más? La máquina sulfura odio reprimido desde generaciones; y la flores no crecen de un solo brote. ¡Qué don menospreciado la paciencia! Vivo en la generación de la ansiedad y la urgencia, que ganó todos los títulos y como fiel canino terminan dominados. La arena queda pegada en los pies y no nos deja ir. Si supiera el buen pastor que cada oveja ahora tiene su propio corral y ninguna se anima salirse del horizonte de sus barras de metal. ¿Qué diría? ¿Qué haría? Quizás el lobo no se molestaría en comer una oveja que es tan fácil de cazar. Quizás, ya no quedan ovejas. 
¿Volverá la chispa traviesa e inocente a encender los recónditos espacios dónde vive el alma pura de cada ser humano? Puede que aún sea temprano para advertir sobre el caos aunque ya es muy tarde para comprender que no queda más tiempo para cambiar (de una vez por todas) el mal comportamiento del humano. La esperanza mide lo mismo que una semilla y demorará en crecer sus dulces frutos pero una vez que eso pase, nadie pasará hambre. El Cosmos nos trae sobervios e incomprendidos y nosotros creyendo que somos el centro de lo Divino. Nada de lo que hagamos cambiará nada, ni las estrellas, ni la Luna, ni las órbitas del Sol ni las que rondan en Saturno, ni los lejanos agujeros negros que no vemos, tampoco los meteoritos que nos destruyen o el oxíegno que nos nutre, ni el brillo del Sol que nos renace en el rostro cada amanecer. Nada, ni nuestros pensamientos, ni nuestras acciones, ni nuestros hijos. El Universo apenas nos conoce y claro está que se olvidó de nosotros, estamos sólos por nuestra cuenta. Todos suspendidos en nuestro espacio/tiempo, tiempo y lugar. Tiempo solo. Pura eternidad. Lo efímero de todo, es que nada comienza ni nada termina. Sólo una línea infinita que transita luz, oscuridad y vida. No nos salvará la música, la danza, la lengua o el humor. Dependemos sólamente de un látido de corazón. Uno deja de latir para siempre, otro late por primera vez. Hoy.

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